“Unidad, organización y lucha“ arden las palabras negras en la ancha y recién nacida bandera del Movimiento de los Pueblos y los Trabajadores. Letra tras letra, con la profundidad oceánica de las esperanzas de todos los tiempos, la bandera es empuñada por trabajadores jóvenes a las diez de la mañana helada del Primero de Mayo de 2009, en la Alameda del Libertador Bernardo O`Higgins, donde tantas y tantas luchas se han librado en Santiago de Chile. A pesar de que antes que la marcha convocada por el presidente de la Central Unitaria de Trabajadores, y al mismo tiempo, alto dirigente interno del Partido Socialista en el gobierno, Arturo Martínez, comenzara, ya han sido detenidos selectiva, discrecional y sin argumentos, decenas de dirigentes y miembros del flamante Movimiento de los Pueblos y los Trabajadores por las fuerzas especiales de carabineros. Pero esa detención numerosa -sólo justificada por el temor ante el surgimiento de una fuerza nueva política declaradamente anticapitalista y no domesticada- nada más ofrece mayor brío a la marcha del MPT que se encolumna disciplinadamente entre los miles de asalariados y cesantes que ocupan el centro poniente capitalino. En la tercera comisaría, los detenidos son cuatro veces registrados, otras tantas más fotografiados y grabados por policías de civil, mientras afuera, en la marcha general del Primero de Mayo la protesta social salpica el mediodía no sólo en Santiago, sino que por medio de concentraciones a lo largo de todo el país. Sin embargo, no importa que la represión antes de comenzada siquiera las actividades haya sido ordenada por la Intendencia y por los temblores de Arturo Martínez, el cual ha convertido a la CUT en un apéndice amargo de las políticas gubernamentales contra el trabajo y para fiesta del capital. Eso lo saben cada día más los trabajadores y trabajadoras, cada día más el pueblo. Lo significativo es que, más allá de los arrestos, se realiza el acto público e independiente del MPT, su hito fundacional en el Parque Almagro, donde se erige el busto del hermano mayor de la clase obrera chilena que brilló a fines del siglo XIX y en los albores del XX, Luis Emilio Recabarren, el gigante que prologó la unidad del pueblo trabajador, cuando la resistencia contra la explotación y la incertidumbre apenas anotaba sus primeras hazañas. Allí, ante más de un millar de asalariados organizados y no organizados, pobladores, estudiantes secundarios y universitarios, ambientalistas de pelea dura y actores sociales de toda impronta, jóvenes y mujeres, que aplauden el hip hop inteligente y rebelde de SubVerso, luego escuchan el discurso único y unitario, esencial y ardiente de uno de los voceros del Movimiento de los Pueblos y los Trabajadores, el Secretario General de la Confederación de Sindicatos Bancarios, Luis Mesina.






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