martes, 12 de octubre de 2010

Marcha Mapuche 11 de Octubre Stgo.


DESCUBRIMIENTO DE AMÉRCA
- Paulo FREIRE -
Al comenzar el intento de respuesta a las preguntas que me han formulado en relación con el V Centenario del llamado “Descubrimiento de América”, mi primera reflexión o, quizás de modo mas preciso, mi primera afirmación es que el pasado no se cambia. Se comprende, se rechaza, se acepta, pero no se cambia
Con esta idea, en el fondo obvia, de la llegada del colonizador, que en realidad no “descubrió”, sino que conquistó América, trataré de dar mis respuestas.
La primera cuestión ya esta respondida, en parte, en esta especie de introducción sumaria a mis respuestas. No pienso nada sobre el “descubrimiento”, porque lo que hubo fue conquista, y sobre la conquista, mi pensamiento, en definitiva, es de rechazo. La presencia predatoria del colonizador, su incontenido placer de pasar por encima , no solo del espacio físico, sino del histórico  y cultural de los invadidos, su despotismo su poder avasallador sobre las tierras y las gentes, su incontenida ambición de destruir la identidad cultural de los nacionales, considerados inferiores, casi insectos, no pueden olvidarse cuando, distanciados en el tiempo, corremos el riesgo de “suavizar” la invasión y verla como una especie de presente “civilizador” del llamado Viejo Mundo.
Mi postura actual, transcurridos 500años desde la conquista, que no es de quien se deja poseer por el odio a los europeos, si es la de quien no se acomoda ante la perversidad intrínseca de cualquier forma de colonialismo, de invasión de expoliación. Es la de quien se niega a encontrar aspectos positivos en un proceso por naturaleza perverso.
Por tanto, los 500 años que nos separan de la llegada invasora no me harán bendecir  la mutilación del cuerpo y del alma de América, con cuyas heridas aun cargamos hoy día.
El cuerpo y el alma de América, el cuerpo y el alma de sus pueblos originarios, así como el cuerpo y el alma de los hombre y mujeres que nacieron en el solar americano, hijos e hijas de cualquier combinación étnica, el cuerpo y el alma de mujeres y hombres que dicen no a la dominación de un estado sobre otro, de un sexo sobre otro, de una clase social sobre otra, saben, el cuerpo y el alma de los progresistas y de las progresistas, lo que represento el proceso de expansión europea que lleva consigo las limitaciones que se nos imponían. Y porque saben, no pueden bendecir a los invasores ni a la invasión. Por eso la mejor manera, no de festejar los 500 años de la invasión, sin cruzarnos de brazos, no obstante, ante los festejos se le hacen, sería homenajear el coraje, la rebeldía, la decisión de luchar, la bravura, la capacidad de luchar contra el invasor; la pasión por la libertad de los indios e indias, de los negros y negras, de blancos y blancas, de mestizos a quienes rompieron sus cuerpos, despedazaron sus sueños, robaron sus vidas.
Sus gestos de rebeldía se repiten hoy en la lucha de los Sin Tierra, “los sin escuela”, los “sin casa”, los chabolistas; en la lucha contra la discriminación racial, contra la discriminación de clase, de sexo.
Yo no conmemoro la invasión, sino la rebelión contra la invasión y, si tuviera que hablar de las principales enseñanzas que la trágica experiencia colonial nos da, diría que la primera y mas fundamental de ellas es lo que debe fundar nuestra decisión de rechazar la expoliación, la invasión de clase, como invasores o como invadidos. Es la enseñanza de la disconformidad con las injusticias, la enseñanza de que somos capaces de decidir, de cambiar el mundo, de mejorarlo; la enseñanza de que los poderosos no lo pueden todo; de que, en la lucha por su liberación, los frágiles pueden hacer de su flaqueza una fuerza de los fuertes.
Yo conmemoro este aprendizaje. En realidad el pasado nunca pasa,  tal como el sentido común entiende el pasar. Lo fundamental no es que el pasado pase o deje de pasar, sino el modo critico, despierto, con que entendamos la presencia del pasado en los procedimientos del presente. En ese sentido, el estudio del pasado trae a la memoria de nuestro cuerpo conciente la razón de ser de muchos procedimientos del presente y, partiendo de la comprensión del pasado, puede ayudarnos a superar sus huellas; a comprender como, a veces, se repite hoy, sin duda, el caso del pasado de la conquista, de forma diferente. Precisamente porque el pasado, sea el del conquistador, sea el del conquistado, se hace presente, los quilombos, momento ejemplar de la lucha de los conquistados, se repite hoy en las luchas populares en el suelo de América. La conquista actual que prescinde del cuerpo físico del conquistador, se da por la dominación económica, por la invasión cultural, por la dominación de clase, a través de un sin número de recursos e instrumentos que usan los poderosos de hoy, como los de ayer, cuentan con algo de importancia fundamental: la connivencia de los dominados, en cuanto a seres dobles. Por eso mismo, tienen que afrontar también el placer de la libertad de los oprimidos, de los invadidos de los desheredados con que estos, despiertos, en pie, a veces en la sombra, tácitamente en la sombra, tácitamente silenciosos, “importunan” la cabeza de los poderosos. Precisamente por esta voluntad de ser nosotros mismos y este deseo fuerte, alentados por el sueño posible, por la UTOPÍA , tan necesaria como viable, los y las progresistas de estas Tierras de América marchamos para la concreción, la realización de los sueños de los Vasco, de Quiroga y Tupac, de Bolívar, de los San Martín, de los Sandino, de los Tiradente, de los Che, de los Romero.
El futuro es de los pueblos y no de los Imperios.
Sao Paulo, abril de 1992


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